REVISTA CONVIVIR
Montevideo – Octubre de 1996
En su grandeza, es más menuda de lo que la mayoría se la imagina. Tiene esa delgadez de las bailarinas que las hace tan frágiles a la vista y tan etéreas en el escenario. sus ojos están notoriamente maquillados, no tanto como cuando baila, pero se marca la tendencia a resaltarlos. tiene gracia al andar y nunca se esperaría de ella un movimiento brusco. camina con la cabeza erguida y no de orgullo, nada más lejos de su personalidad; aunque bien podría estarlo: toda una vida dedicada a una profesión muy exigente y a un público que lo es aún más.
Ha ganado muchos premios por su carrera e incluso fue nombrada Agregada Cultural de Uruguay en Chile, cargo que aún hoy ocupa. pero los premios no la desvelan. es una mujer sencilla que parece ignorar la magia que provoca desde el escenario: prefiere evadirse y sentir el placer de bailar. es un derecho que ganó con los años.
Parece una chilena en su manera de hablar; “16 años son mucho tiempo y se me pegaron los modismos”, se disculpa. está contenta en ese país que la recibió con los brazos abiertos y la oportunidad de su vida: ser la Primera Bailarina del Ballet de Chile.
La danza llegó como tantas cosas en su vida, casi sin darse cuenta: ya pasaron 45 años desde que tenía sólo tres y practicaba sus primeros pasos.
Resulta raro que hayan tomado a una niña tan chica en una Academia de Ballet.
-No, si tenían alumnas hasta de dos años.
-¿Empezó clases de ballet porque quería o porque a su mamá le gustaba?
-Mamá decía que me llevó porque yo no me quedaba quieta y me pasaba bailando. pero viste como son los niños a esa edad: oyen música y se mueven. lo cierto es que fui a clases y la profesora, paula jarmalovich, le dijo a mi madre que le parecía que yo tenía condiciones y que sería bueno que siguiera cuando fuera más grande. y eso hice. a los 8 años me presenté en la escuela de ballet del Sodre ya para estudiar más en serio.
-¿La marcó en algo el comenzar tan temprano?
No sé si me marcó en algo; lo que sí tengo son muchos recuerdos: fue la primera vez que pisé un escenario; mi mamá me llevaba en tren a las clases, lo cual me encantaba. empecé a hacer puntas -cosa que está muy mal porque de tan chiquita te puede deformar los pies. por suerte a mí no me pasó nada.
Así que el comienzo más en serio en el ballet fue cuando usted entró al Sodre.
-Sí, cambiaron muchas cosas con eso. yo era muy tímida, me gustaba bailar pero cuando nadie me veía. pero me picó fuerte el bichito al empezar en la escuela, que funcionaba dentro del mismo teatro. allí estábamos en contacto siempre con los bailarines, con los músicos; realmente con la profesión.
¿Había que hacer alguna prueba para ingresar?
-Sí, llamaban a concurso y en verano hacías tres pruebas. se presentaban cientos y cientos de niñas, cosa que ahora no se da y que espero se revierta. me acuerdo que éramos 500, 600 y la primera prueba la pasaban 150, la segunda 120 y así iban seleccionando.
Llega la madurez
-¿Cuándo empieza a destacarse Sara Nieto como solista?
-Cuando yo tenía 18 vino un director norteamericano, William Dollar, contratado para poner en escena tres coreografias. el fue el primero con quien bailé algo como solista, algo destacado. fue ahí que la gente empezó a verme más sola, más individual.
Caminito de piedras
¿Esa maduración se logra sólo con los años de experiencia?
-Cuando tenía 20 años sentía lo mismo que siento ahora pero no tenía la habilidad o la facilidad para poder reflejarlo, para poder sacarlo de mi cuerpo. la experiencia de la vida y de todo lo que has bailado es lo que te enseña cómo llegar al público.
-¿Es duro el camino para ser una buena bailarina?
-En mi caso no puedo decir que fue sacrificado. Por supuesto que hay momentos en que te dan ganas de decir “no bailo más”, porque a veces te sentís muy presionada, pero siempre lo hice con gusto y era capaz de dejar cualquier cosa por bailar. Pienso que para eso son necesarias la dedicación total y la sinceridad con uno mismo.
-¿Cuántas horas diarias le dedica al ballet?
– Hay días en los cuales estás doce horas en el teatro y otros que en tres o cuatro horas ya terminaste.
¿Hasta cuándo estuvo en la escuela?
–Hice como hasta los 10 años, hasta que cerraron la escuela hasta hoy; fue la injusticia más grande pues dejó a cientos de niñas con las vocaciones frustradas. Yo tuve suerte, pero otras niñas no pudieron bailar más y eran chicas con muy buenas condiciones.
¿Cuál fue su suerte?
-Lo que pasa es que yo era loca por la danza, la amaba y Tola Leff, mi última maestra en la escuela y primera bailarina de la compañía del Sodre, sabía que me fascinaba bailar y que tenía condiciones. entonces me presentó a Eduardo Ramírez. El era un bailarín argentino muy joven; tenía 19 años, era recién llegado y con un carisma impresionante, y me acuerdo que tola me lo presentó en una función de ballet. El comentó que estaba dando clases y a mí me pareció mentira tener la oportunidad de seguir bailando. Con él fue con el primero que pude bailar. Hacíamos funciones en la carpa de Futi. Estuve en la Escuela de Eduardo hasta los 15 años, cuando entré al Cuerpo de Ballet del Sodre.
¿Venían muchos directores extranjeras?
-Bastantes, eran directores contratados para poner ballet y mientras tanto los ponían como directores. Norman Dixon, que estuvo como dos años, era un inglés con el que también bailé obras completas. por ejemplo, La Fille mal Gardée, que fue la primera obra completa que hice en el Sodre y de las últimas cosas que hice ahí antes de que se quemara.
-Su antiguo profesor, Eduardo Ramírez, comentó que una de las cosas que más le costaban al principio eran los papeles de carácter, aquellos que exigían expresividad…
– Sí, yo pienso que es un poco por la edad, pero es cierto que uno va cambiando. yo me acuerdo que al principio decían “Sara es fuerte, tiene temperamento”, después pasaba el tiempo y decían “Sara es lírica”. Creo que son diferentes maneras que uno va captando con el correr del tiempo y las va trabajando. con la expresividad pienso que es lo mismo. la gente, a veces muy joven, por timidez o por no saber algo, se retrae y le cuesta dejar aflorar los sentimientos. hay una edad en la que tú lo único que quieres es bailar y preocuparte de lo técnico y nada más y después empezás a disfrutar de lo histriónico.
-¿Y cómo es Sara: lírica o fuerte?
-De todo un poco; sirvo para un lavado como para un planchado. La verdad que no sé, pero pienso que cuando tu te propones algo lo puedes lograr. Y he hecho de todo, cosas fuertes, dramáticas, cómicas, líricas.
¿Se siente más cómoda en algunas?
-En este momento me gusta todo lo que sea interpretativo. Uno va madurando y llega un momento en que no se preocupa más por la técnica. vos lográs una técnica, sea mucha o poca, lo que sea, pero hay una etapa en la vida que lograste lo que vas a tener siempre -si lo trabajás, por supuesto. es ahí que empezás a crecer como artista.
-¿Cómo es eso?
-Lo único que tenés que hacer es conservar tu técnica. Si la podés mejorar, estupendo, pero entonces lo importante es madurar la parte artística y sentimental, y eso es lo que te deja realmente el buen sabor de lo que estás haciendo.
¿Cómo hace con su familia?
-Yo siempre me hice de tiempo porque me gustó ser madre, cuidar a mis hijos, a mi marido, me gusta hacer las cosas de la casa, regalonearlos…
¿Mimarlos?
– Sí, sí, se me pegaron los modismos, pero hasta el día de hoy me levanto más temprano para hacerle el desayuno a mi hija o me quedo hasta las dos de la mañana cocinando algo porque sé que les gusta.
-¿Su hija nunca sintió inclinación a seguir sus pasos?
-Al principio, como a todas las nenas le encantaban las polleritas de tul y eso y yo la puse a estudiar en la Escuela del Municipal. estudió dos o tres años pero no tenía vocación, era muy linda, muy rica, tenía bastantes condiciones pero no tenía vocación. Le daba un poco de pereza ir y entonces me dije: “no, si yo era capaz de matar por ir a la escuela de ballet y así y todo hay veces en la vida que se te hace pesado, mejor que no siga”. al final dejó y se dedicó al estudio, que es lo que le gusta.
-Entonces para ser bailarina no sólo hacen falta condiciones, también voluntad, fuerza…
– Es un porcentaje bastante equitativo entre las condiciones naturales, la fuerza de voluntad, el tesón y el amor.
– El amor que después se tiene que poner en el escenario.
– Claro, por supuesto, el amor es lo que te mantiene todo el tiempo.
Toda una vida
– Y de ahí salen esos movimientos tan armoniosos que emocionan…
– Las figuras están dadas. Los movimientos parten del alma. El alma es la que hace mover al cuerpo, por eso es tan importante que uno vibre y llegue al público.
¿Con qué personaje disfrutó más?
– La que me viene primero a la mente es la Kate de La Fierecilla Domada fue el ballet que me dio más satisfacción sobre el escenario; me divertía realmente, lo gozaba. Rosalinda, que fue un ballet que hicimos en Nueva York y también tuvo mucho éxito; me gustó mucho hacerla, es muy cómica. las (obras) dramáticas me encantan, como Ana Karenina, Giselle, Eugenio Oneguin.
¿Cuida mucho su cuerpo? ¿Se ha lastimado?
– Es muy fácil lastimarte la musculatura, hacerte desgarros. Yo por suerte nunca tuve nada grave. Con un trabajo metódico no habría porqué lastimarse. el problema es cuando uno no trabaja bien cuatro o cinco días y después quiere trabajar a full, entonces ahí te lastimas. El pie de bailarina es famoso porque está siempre lleno de bultos y cosas, pero eso depende un poco de la zapatilla que se use y de la calidad del hueso o la articulación de cada persona. Hay que cuidarse y no hacer locuras porque ya a mi edad duelen los huesos; fueron más de 40 años parada en punta.
¿La elección del baile como medio de vida, implica privaciones o dejar casas por el camino?
– Creo que llevamos una vida bien diferente a la de las demás personas, pero eso no quiere decir que deje cosas por el camino. yo no dejé nada que quisiera hacer. de repente tenemos más privaciones, como al ir a una fiesta y no tomar alcohol o no quedarse hasta la madrugada bailando. para los demás pueden ser privaciones.
-¿Para usted no?
– No, para mí no lo son, porque es la vida que debo llevar. Además no es que no tome nada; a veces sí un poco de vino, pero no es bueno y si al otro día tengo que bailar, tengo que rendir, y si estoy cansada no puedo. Lo mismo con la comida. Yo soy un poco débil del estómago, entonces prefiero no comer a después sentirme mal porque bailar sintiéndote mal es la cosa más horrible que hay.
-¿Hace dieta?
– No, como de todo un poco. Me gusta mucho la fruta, la verdura, el pescado, los mariscos -que abundan tanto en Chile – y prefiero el pollo a la carne roja, pero igual cuando vengo acá en verano los asados con chorizos y morcillas son una tentación.
Si vas para Chile
-¿Cómo fue su pasaje a chile?
– Fue a mediados de 1980. A la compañía de ballet entré en 1964 y fui tomando posiciones muy despacito. Después de muchos años, en 1980, hubo un concurso para primera bailarina. Ya hacía años que venía bailando como Primera Bailarina pero no tenía el puesto realmente. Para ese concurso trajeron a Esmeralda Agoglia, bailarina principal del Colón ya jubilada, como jurado, y resulté seleccionada. Agoglia, a su vez, fue a Chile para montar una coreografía y necesitaba una primera bailarina. Así fue como me llegó una carta a los tres meses ofreciéndome el puesto, a pesar que ella pensó que yo no iba a aceptar porque tenía a mis hijos chicos. Pero allá fui.
– Con hijos chicas y todo.
-Sí. Yo al principio no estaba muy convencida pero mi marido, que es muy emprendedor y que siempre me ha apoyado mucho me dijo: “vamos a probar hasta fin de año”. U nos fuimos y me enamoré del teatro, me encantó todo y a partir de ahí año a año fuimos renovando contrato.
¿Notó mucho el cambio profesionalmente?
-La compañía era más o menos igual y el trabajo también. Lo que pasaba era que yo estaba ávida de bailar en un teatro, porque hacía años que estaba quemado el Sodre (el incendio fue el 18 de setiembre de 1971) y el Teatro Municipal de allá es precioso. Así que me fui quedando, me fui quedando y echamos raíces.
-En chile fue galardonada con varios premios.
-(se ríe como con vergüenza.) Yo soy media indiferente a eso.
¿Son importantes para su carrera?
-Sí, lo son, porque son premios que te dan los mismos críticos o la gente de arte, o el mismo país. son cosas muy importantes. Personalmente son un halago, pero están ahí.
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