Revista Caras – Chile

Santiago, Noviembre de 2002

Sara Nieto, bailarina clásica

Tesón  en puntas de pie

Sutil pero contundente, tal como por el escenario, avanza la ex “prima bailarina estrella” del municipal por su camino de empresaria y educadora. instalada hace seis años con laAacademia que lleva su nombre, esta uruguaya con corazón de chilena cuenta cómo se sacó el tutú y se puso los pantalones, en una  exitosa transición de sílfide a ejecutiva.

por Alejandra Mancilla Drpic fotos: Leo Vidal

Es viernes, su día libre, pero son las tres de la tarde y ya ha hecho más cosas que muchas mujeres en una jornada común y corriente. como de costumbre, hoy Sara Nieto (54 años, casada, dos hijos) se levantó a las seis de la mañana y dejó listo el almuerzo: choritos a la provenzal, arroz y ensalada de tomates. de su casa en el parque forestal partió al teatro de la escuela militar, a afinar los últimos detalles antes de la presentación de fin de año de su academia: “ando como loca, porque no me gusta repetirme y en cada ocasión armo coreografías nuevas, con música nueva. me dicen ‘¿para qué te complicas? haz esa misma que la otra vez salió tan bonita: pero no quiero. se trata de ir superándose año a año’ ;dice con convicción.

Siguiendo con las actividades matutinas, a eso del mediodía llegó a su escuela, ubicada en un moderno edificio al lado del parque arauco. allí le cosió las zapatillas a una alumna y, hasta la hora de la entrevista, estuvo escuchando música de una de las coreografías en su discman.

-¿Y a qué hora se come los choritos?

-No, si eso lo hago para los que almuerzan en la casa. cuando llego en la noche, me como lo que quedó.

Con su metro 59 y sus 48 kilos (que fueron 40,e incluso 38,durante su década y media como primera bailarina en Chile ),Sara Nieto mosto es pura vitalidad; aumentada por sus ojos grandes y expresivos, que delinea cada mañana sagradamente, resabio de esos años de maquillaje-intenso y moño-tirante cotidianos. “mientras era bailarina, siempre creí que me iba a morir el día que tuviera que jubilar. pero llegado el momento, en 1996, fue una felicidad haber terminado arriba y decir ‘misión cumplida: la gente tendrá un buen recuerdo”.

Está lejos, sin embargo, de ser un recuerdo, esta Sara nacida en Montevideo y que aún conserva el ta y el vos, después de 22 años viviendo en Santiago. a través de su academia, que pronto cumplirá seis años, la otrora musa de Iván Nagy y partenaire de figuras como Julio Bocca y Zane Wilson, se mantiene activísima. y traspasa su técnica, trucos y experiencia a poco más de 200 alumnas (y a dos niños) de entre 3 y 70 años.

Hasta este mismo 2002, además, fue directora de la Escuela Nacional de Danza del Ministerio de Cultura de Uruguay: “me dio pena perder el contacto con mi país, pero así puedo dedicarme más acá. viajar todos los meses, conectarse y desconectarse, era un sacrificio enorme”.

200 niñas… y 200 mamás

-¿Qué le gusta más: dirigir una escuela o tener una academia?

– Es más fácil ser directora, porque mandas y todos te obedecen. aquí, en cambio, estás en la lucha todos los días, tienes que tener mucha más paciencia, preocuparte de formar y no deformar. cuando dejé el teatro, pensé ‘qué rico el día que enseñe, porque voy a estar más relajada: la verdad es que no estoy más relajada, sino que tengo mucho más trabajo. y eso que luciano, mi marido, es el que me apoya en la parte administrativa. yo en lo de las platas prefiero no meterme.

-¿Cómo se decidió a abrir una Academia inmediatamente después de su retiro?

– Desde que empecé a hacer clases en la Escuela de Ballet de Montevideo, en 1996, me di cuenta de que me gustaba enseñar. me encanta la gente joven, los niños. transmitir lo que sé.

– Pero Santiago está lleno de Academias de Baile, ¿a qué atribuye el éxito de la suya?

– Primero, tiene excelente infraestructura y tecnología: calorcito en invierno, aire fresco en verano, y – sobre todo – un piso especial para rebote. me preocupé de cada detalle porque sé lo que es bailar sin esas “comodidades” (recién llegada a ´Santiago, en 1980, Sara casi perdió el tendón de aquiles de tanto ensayar en piso duro). segundo, somos cinco maestras, cuatro de ellas ex primeras bailarinas, y nos matamos por hacer las cosas bien. el trato es muy importante, sobre todo cuando tienes que lidiar con 200 niñas… y 200 mamás.

– Usted tiene fama de estricta.

– Más bien, creo que con los niños hay que saber cuándo tirar y cuándo aflojar. si tiras todo el rato, se aburren; si aflojas mucho, te caminan por encima. entonces, en general soy bastante estricta, pero me arrepiento al tiro. típico que reto a las niñitas por traviesas y al minuto les hago cariño.

– Después de tratar toda una vida con profesionales, ¿no es difícil hacer clases a gente que tal vez no se lo toma tan en serio?

– De hecho, no se lo toman muy en serio; a veces desaparecen por varias clases. si fuera una escuela oficial, ya pierdes el año por falta. lo otro que impide un adelanto rápido es que vienen sólo dos veces por semana, una rutina imposible si te quieres dedicar de verdad. es un trabajo de mucha psicología, porque tampoco puedes rechazar a nadie: tienes que adaptarte, sean flacas o gorditas, con o sin condiciones. son las menos las que siguen.

– Qué consejo les da a las aspirantes a bailarina?

– Que si sienten la vocación, la sigan. pero, más que nada, que los padres las dejen: hay tantas mamás que traen a las niñas porque ellas fueron bailarinas frustradas… ahí es donde yo agradezco a mis padres, que me metieron al ballet desde los tres años, cuando tienes esa vocación tan definida, hay que aprovecharla.

La doble vida de Sara

Dice que nunca se sintió tan bien como cuando empezó a ganar un sueldo por hacer lo que más le gustaba en la vida: “mamá, me pagan por divertirme”, reía, mientras ensayaba grand jettés y se preparaba para interpretar Giselle. “es un papel al que toda bailarina aspira, porque luego de hacerlo es como que subir de nivel, no sólo por su exigencia técnica, sino también por su complejidad interpretativa. para mi, fue el inicio de una etapa más madura”. y advierte a las prospectivas interesadas sobre la “doble vida” de las estrellas de ballet: “la gente cree que una, como Prima Ballerina, vive rodeada de sirvientas que te prodigan atenciones. ni se imaginan todos los pormenores, que bailaba de diez a diez y apenas tenía tiempo para comer; que llegaba a la casa a atender a mi marido y a cuidar a mis hijos (hoy de 28 y 26); que a medianoche recién estaba metiendo las mallas a la lavadora y repintando las zapatillas de punta para el día siguiente”.

De sus casi 200 roles en poco más de 30 años de carrera, Sara guarda, ordenados, todos los recorte. sus trajes de Fierecilla Domada, Bella Durmiente o Rosalinda, quedaron en las bodegas del municipal. y sus últimas zapatillas en chile se las dio a Mary Rose Mac Gill (“creo que para un remate de beneficencia”), y, en Uruguay, a un conocido crítico:”eso, sin contar unas cinco bolsas de basura llenas de otros pares, que me daba pena botar y que regalé”, agrega.

– El final de los bailarines suele ser complicado. ¿considera que tuvo suerte en esta transición?

– De todas maneras. hay tanta gente con talento que nunca es descubierta, o no cae bien, no sé. yo, en cambio, siento que fui privilegiada, tanto en lo profesional como en lo personal. sólo tener a Luciano, mi marido, a quien le pongo más que un siete: él dejó todo lo que tenía en Uruguay para venirse conmigo, y se metió al cuento por mi, hoy es ejecutivo en el Teatro Municipal.

– ¿Y hay algo que extrañe de su antigua vida?

– Cuando lo miras de lejos, te das cuenta que es una vida muy egoísta, que estás pensando sólo en ti, en tu físico, en tu técnica, todo tú, nada más. ahora es distinto. no te digo que me guste más, pero es una nueva etapa. y estoy feliz viviéndola.

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