Extracto del libro de Blanca Rodríguez, basado en su programa de tv, Montevideo, Uruguay
Sara Nieto: la vida en puntas de pie
“Fue la estrella de la noche. tiene una maravillosa técnica suave que le permite bailar como vampiresa a través del rol principal -rosalinda en este caso- con total seguridad” afirma New York Times, a propósito de su presentación en el City Center Theatre de New York.
“¡Triunfal! encarnó con multifacética versatilidad estos papeles de extenso registro, imposible de hallar en otra bailarina latinoamericana actual” registra el Mercurio de Chile. la representación era la última para esta uruguaya, señora del ballet.
Malvín fue su barrio de toda la vida. Allí nació en 1948, vivió su infancia, su adolescencia, se casó e instaló su casa, que aún conserva. Desde 1980 vive en Chile donde se convirtió en “Primera Bailarina Estrella”. allí desplegó de tal forma su talento artístico que la prensa llegó a decir: “una artista por quien bien vale la pena viajar al fin del mundo para verla bailar” (Dance Magazine, Estados Unidos)
Con frecuencia se la describe como una mujer sencilla, modesta y retraída. Cuando se la vio en el Aeropuerto de Santiago por primera vez, nada hacía sospechar que esta montevideana sería la gran estrella del ballet de esa ciudad. Sin embargo, esta mujer sencilla y pequeña se transforma al ponerse las zapatillas, como si se tratase de un pase mágico.
-¿Existía una Escuela del Sodre para niños?
-Existía sí… en el año 56 – 57 yo entré a la escuela y más o menos en el 61-62 se cerró. Me acuerdo que estaba Pivel Devoto que cerró la escuela. ¡lo odiábamos! …es que para mí era ni¡ segundo hogar. Funcionaba en el mismo teatro, en la misma sala de los bailarines, en la sala de ensayo. y era maravilloso estar ahí en el teatro, junto con los bailarines, junto con los músicos, íbamos al escenario,… ¡era una vida de ensueño para un niño! para mí era lo más importante, lo más divertido, donde me sentía mejor, donde yo estaba libre conmigo misma… yo podía estar muerta pero yo venía. a la escuela de ballet no faltaba nunca.
-Me contaron que cambiabas la hora del reloj de tu casa para llegar más temprano.
– Sí, lo adelantaba porque mi mamá era “tren de último momento”, le decía yo. Si yo tenía clase a la seis llegábamos seis menos dos minutos y yo soy tempranera, hasta el día de hoy. si me citan a una hora yo voy quince minutos antes por las dudas. Y entonces, al reloj grande que había en el estar de mi casa lo adelantaba 15 minutos. Por supuesto que mamá siempre se daba cuenta, pero también veía que yo tenía interés en llegar más temprano, así que al final me daba resultado: llegaba más temprano-
-Una de las primeras veces que te subiste a un escenario lo hiciste junto a figuras famosas del mundo del teatro. ¿cómo fue eso?
-Ah! fue la primera intervención que yo tuve con la Escuela del Sodre: se hacía “Sueño de una noche de verano”, en el Parque Rivera. era un espectáculo con bailarines, el coro, la orquesta y la Comedia Nacional. En ese entonces estaba Margarita Xirgú dirigiendo la comedia.
-Yo era el pajecito de China Zorrilla, así que me pintaban toda de negro y quedaba muy graciosa, parecía una negra de verdad. Yo llegaba a mi casa y me preguntaban: “¿qué haces mientras estás esperando?” “y converso decía- hay una viejita que me conversa y me hace preguntas y me toma de la mano”. Yo no sabía quién era hasta que un día me sacaron una foto de la mano de Margarita Xirgú …
-Era la viejita…
– Era la viejita. Cuando mi mamá vio la foto casi se muere ¡imagínate! Ahí me enteré quién era este personaje. Esa época en la que yo estaba en la escuela de ballet, habían tenido grandes éxitos como “Cascanueces”, “Bella durmiente” de Shabelewsky, obras completas de las que hacíamos veinte funciones, con el teatro siempre lleno. Era una época brillante, de oro.
– Y de esos años, Sara, ¿qué recuerdos, qué consejos de los profesores se mantienen a lo largo del tiempo y qué cosas se van mejorando, se van deparando?
-Mira, teníamos mucha disciplina. me acuerdo, por ejemplo, de Violeta López Lomba que si encontraba una niña comiendo chicle se lo enroscaba en el pelo y despues había que cortar el pelo. entonces ¡claro! era una disciplina dura… y eso te ayuda después para el resto. Son cosas que te impresionan. Por ejemplo, si estabas haciendo un movimiento mal te decía: “¡paren!” me dijo un día: “¡Sara no te muevas!” Yo me di cuenta, inmediatamente, que estaba en una posición equivocada y la corregí. Me echó y me suspendió tres días por haberme movido. Así que era una cosa …muy rígida… y eso te ayuda, porque te da una auto disciplina en todas las cosas.
– Se cierra la Escuela del Sodre ¿y se cierran las posibilidades?
Bueno ¡ahí quedamos ….! Yo quedé completamente desilusionada, porque no sabía a dónde ir: no conocía ninguna academia, en esa época no habían muchas academias. Entonces, Tola Leff -que había sido m¡ última maestra en la escuela- me dijo: “yo te recomiendo a Eduardo Ramírez, que es un bailarín joven -primer bailarín- que abrió una academia”. Fui allí e hice como cuatro años con él.
– ¿Qué pasa con esa disciplina que exige el ballet cuando tú empiezas a ingresar en la adolescencia, donde quizás es más difícil imponer normas de disciplina? ¿se mantiene, tú lográs elastizar algunas cosas?
-Justamente, cuando entré a esta academia yo tenía doce años más o menos y empecé en la edad de los dragoneos y de las cositas. Se me hacía un poco cuesta arriba ir ala academia: era de noche, justo el momento en que yo estaba un poco con mis amigas, después de hacer las tareas del colegio y todo. Ahí me puse un poco haragana, iba cuando tenía ganas… me gustaba bailar, pero en ese momento no era lo primero.
Cuándo empiezan a aparecer las primeras posibilidades profesionales? ¿cuándo surgen esos espacios de desarrollo?
-Estando en la academia y -fueron cosas casuales, de suerte ¿no?- En la compañía necesitaban gente para una ópera: “El Gallo de Oro”. Eran como aspirantes o extras, así que el director iba por las academias buscando gente: fue a la de Eduardo Ramírez y me dijo que me presentara al otro día al Sodre. Yo tenía 15 años. Y ahí fue cuando empezó realmente mi carrera. otra vez empecé a quedar enamorada del Sodre, volví a la sala de ballet donde yo había hecho la escuela… y te diría que casi de inmediato empecé a hacer roles de solista. Yo me sabía todo, me aprendía todo, pero no por ambición sino porque me gustaba bailar. Me aprendía los pedacitos de las solistas, todas las partes del cuerpo de baile. Así aparecen casi siempre las primeras oportunidades: alguien se enferma, “¿quién lo sabe?” “Sara”.
. -¿Y es un ambiente muy competitivo?
-Sí, es competitivo. lo que pasa es que es un ambiente que hay que saber sobrellevar, porque si tú eres muy perceptiva y captas todas las “ondas malas”, ahí estás muerta. Entonces pienso que tienes que ir un poco así, sin mirar hacia los costados, fija en lo que tú quieres, en tu persona, las cosas malas dejarlas resbalar.
-¿cuáles son esas cosas malas?
-Comentarios. Tú sabes que con un comentario mínimo te pueden herir por mucho tiempo, entonces, más vale no oírlos para no herirte.
-Baja susceptibilidad…
-Claro. hay gente que dice: “¡ay! cómo me mira fulano”. Yo nunca estaba perceptiva a eso, nunca me fijé en los demás. La gente me decía: “¿cómo podes ser tan fuerte? yo les decía: “yo no soy fuerte: soy así”.
– Tu hablabas de la timidez, eras una niña tímida?
-¡Muy tímida!
-Sin embargo, en el ballet te transformabas. ¿qué pasaba con la comparación con los demás, como te sentías en ese sentido?
– Me encantaba ver bailar a los demás, para mí todos los demás bailaban regio y no entendía cómo me elegían a mí. Me pasaba una cosa rara: yo sabía que yo le gustaba a la gente y que si venía un maestro y me veía, le iba a gustar y tal vez fuera la preferida, pero ¡no entendía por qué! Yo disfrutaba mirando a los demás. Pensaba: “no entiendo si fulano o mengano son tan buenos, por qué me eligen a mí”. A la vez, yo no era insegura tampoco, yo era segura de lo que hacía, pero me daba cuenta que había gente que tenía muchas más posibilidades que yo.
-¿cuándo se da tu ingreso al cuerpo de baile del sodre?
– En el año 64, yo tenía 15 años, fue el año que cumplí 16 años.
-Siendo jovencita -una adolescente de quince años ¿soñabas con irte del país? ¿soñabas con oportunidades afuera?
– Tú sabés que a los 15 no me acuerdo, pero a los 8 años yo lloraba porque me quería ir a Rusia… ¡imagínate lo que sería para mi mamá! no entendía por qué mi mamá no me podía mandar a la Escuela en Rusia, en vez de mandarme a la escuela de acá.
-Sara Nieto es una mujer de fidelidades prolongadas: al ballet, al país al coral retorna con frecuencia y a un noviazgo que viene desde la niñez con su actual esposo.
¿Cómo fue ese noviazgo?
-Bueno no fue, de continuo. Lo que pasa es que éramos vecinos -de Malvín- y nos conocimos cuando teníamos 12 años más o menos y fue mi primer novio, Mi primer “pololito” como dicen en Chile. Pero era una cosa de niños, bien inocente: él venía a mi casa a escuchar música, estábamos de la manito y eso era ser novios ¿no? Después de eso -que duro tres meses nada más cada cual por su lado. Nos encontrábamos esporádicamente en el ómnibus cuando íbamos a trabajar, éramos bastante amigos. Jamás se me pasó por la cabeza que podíamos volver a ennoviarnos, porque ya cuando hay una amistad, en la que uno se cuenta de sus novios, de otras relaciones: él se estaba por casar, yo me estaba por casar… la casualidad fue que nos vinimos a encontrar -nos veíamos una vez por año nada más- en Piriápolis. Yo estaba en casa de unos amigos -bailarines por supuesto- , él había ido a pasear un domingo y me encuentra por la calle. Era como estar en otro mundo encontrarte ahí. Entonces allí en la calle: “che, ¿estás bien? cuando llegues a Montevideo te llamo”. Yo dije: “¡qué!..¡no va a llamar nada, conocido viejo! Llamó, salimos y acá estamos. Empezamos así, fue como una cosa, no sé, fue el destino, tiene que ser así. Desde el primer momento me di cuenta que era la pareja de la vida.
¿Cómo y por qué se da la oportunidad de Chile?
-Es una historia un poquito larga. Fue justamente cuando se hizo acá -en el año 79- un concurso para ocupar el puesto de primera bailarina. Como jurado llamaron a Esmeralda Agoglia -maestra y ex-primera bailarina del Colón- y que también es repositora. Me conoció en ese concurso que yo gané. Tuve la suerte de que después ella fuera a reponer un ballet a Santiago y allí estaban necesitando una primera bailarina. Fue así que le preguntaron si no conocía una chica que les viniera bien, que fuera del tipo de bailarina que ellos necesitaban y ella se acordó de mí: “yo conozco una, que conocí hace poco, pero tiene niños chiquitos… no, no va a poder venir”. Me mandaron un ofrecimiento de contrato de primera bailarina, sin conocerme, sólo por referencias de Esmeralda. Yo digo: “no ¡qué voy a ir a Chile! si Chile está peor que nosotros -pensaba. entonces fue que mi esposo, dijo: “mirá, no perdemos nada -faltaban tres, cuatro meses para terminar el año- vamos, intentamos a ver qué pasa y si no, nos volvemos”. Me dieron licencia acá, y me fui a probar …y hace diecinueve años.
– A todo esto acá habían pasado cosas serias…
– Claro. yo creo que si no hubiera sido por eso no me hubiera ido. ¿tú te refieres al incendio del Sodre? se incendió el Sodre y, al principio, es igual que si se te hubiesen incendiado todas tus pertenencias, todo lo que tú tienes, tu vida. ¡era toda mi vida el Sodre! yo quería cada pedacito, cada baldosita, lo conocía, imagínate, desde niña. Y entonces, en ese momento fue horrible, pero teníamos la esperanza de que con el empuje y la desesperación del incendio se volviera a reconstruir en seguida. Y tú viste cómo fue, que pasaron los años y no teníamos dónde bailar: íbamos de teatro en teatro, no se podían invitar ni coreógrafos, ni maestros, porque no teníamos dónde hacer los espectáculos. Cada vez se fue deteriorando más la compañía. habíamos llegado a un punto en que era ir a trabajar, bailar un poco, pero no había esa esperanza, ese futuro, una meta: no había metas. yo me imaginaba: el día que abran mi teatro yo ya no voy a bailar. y así fue. Eso fue lo que más me decidió. yo creo que si el sodre hubiese existido no me hubiera ido nunca, porque yo era amante de mi casa. Me fui, impulsada por mi esposo.
– ¿Fue clave entonces el apoyo familiar?
– Ah, sí. Si no yo no me hubiera ido.
-¿cómo fue llegar a chile y compasar con lo que habías dejado?
-Llegué allá y lo primero que me mostraron fue el teatro y dije: “acá me quedo”, nada más que por estar en el teatro. Era más o menos del tamaño del Sodre antes, más grande que el Solís, un poco al estilo del Solís.
-¿Qué fue lo primero que bailaste en Chile?
-En Chile lo primero que bailé fue cuando Godunov había ido a bailar Giselle. Para mí sólo bailar con él y estar ahí junto al Godunov, que ya murió pobrecito, era un sueño. Era un tipo enorme, maravilloso, de estos rusos grandes, muy indiferente y orgulloso. Yo bailaba “la Reina de las Wilis”. Tú sabés que el rol de la reina es de mucha soberbia y muy dominante. Así que yo me hacía la regia y lo mandoneaba para acá y para allá. Tuve suerte porque al año siguiente, cambió la dirección y llegó IvanNagy que fue mi gran propulsor. Era una persona joven, que recién había dejado de bailar. El trajo un repertorio nuevo y más actualizado, por supuesto todas las obras clásicas, también. Ahí empezamos realmente una carrera nueva, una compañía nueva…
– A los seis años de residir en Chile, en 1986, recibís un nombramiento como Primera Bailarina Estrella -inexistente hasta ese momento-, fuiste la primera y única que recibió esa distinción ¿ por qué fue y cómo lo viviste?
-Fue una locura de Ivan Nagy que quiso galardonarme a raíz de cuando bailamos en Nueva York. Habían sido momentos de mucha tensión, de mucha responsabilidad: yo era la única bailarina que no tenía suplente. Para Ivan, era la primera vez que se presentaba ante su gente, ante su público como director de una compañía. Había presión por todos lados: el coreógrafo también hacía una coreografía suya por primera vez en Nueva York. Después de toda esta presión y después de haber tenido éxito, al regresar él ¡qué más me podía dar!… entonces me dio el título de estrella.
-Hubo muchos viajes a lo largo de tu carrera ¿qué experiencias recordás o cuáles señalarías sobre todo?
– En realidad el público, en todas partes me pareció muy efusivo. mucho más efusivo -acá es bastante efusivo y comunicativo- que de pronto en Santiago. Allí son mucho más reservados y entonces ya me había acostumbrado al público de santiago. Por ejemplo en Nueva York son completamente libres, extrovertidos: desde que empieza la obra se ponen a reír -la obra que estábamos bailando era “Rosalinda”. lo que más me llamó la atención fue el público: son cálidos.
– Conquistar un público como el de Nueva York debe haber sido todo un desafío. no me vuelvas a decir que fue por “suerte”, porque yo creo que ahí debe haber habido mucho de trabajo.
-Hubo un trabajo impresionante. Además en la última semana que estábamos ensayando, yo por lo menos ya no quería salir del teatro: lo único que quería era que llegara la función. Y ensayábamos de mañana, de tarde y de noche, estábamos transparentes, pero ya no veíamos la hora de que realmente llegara el estreno. y como te decía antes, había presión de parte de todo el mundo. Yo no me podía lastimar, no me podía pasar nada. Por otra parte estaba todo el público chileno: para juntar el dinero para viajar se habían hecho espectáculos, obras de ayuda… todo el mundo sabía que la compañía de ballet de Nagy iba a bailar en Nueva York. Así que, si veníamos con un fracaso, mejor que yo dejara de bailar porque ahí sí me hacían la cruz. La noche del estreno fue una presión muy grande. Terminamos todos llorando de histéricos y mirá que yo no soy nerviosa, ni soy histérica, nada, soy bien normal.
-¿Hay inseguridades que te atacan antes de la salida?
– En el momento antes de salir, justo antes no, pero fíjate que es típico que estés ensayando un mes -te sale todo regio, estás muy seguro- y un día o dos antes, no te sale nada: empiezas a ensayar el pre-general y te sale todo mal, por la misma tensión. Claro que, con los años, sabía que eso lo tenía que dejar pasar porque se me iba. Al principio de tu carrera te desespera: “estudié durante un mes y me salía perfecto y ahora me empiezan a fallar los giros, los balances…” y después no, llega el día de la función y te sale todo. Yo creo que es la ansiedad.
– El partenaire, ¿es clave en eso?¿te da seguridad, te ayuda?
– Si tú tienes un partenaire seguro tú entras a disfrutar, te apoyas en el partenaire completamente. imagínate que bailé con Julio Bocca, con Fernando Bujones, y otros alemanes y húngaros …también me ha tocado en la carrera iniciar gente joven, entonces ahí sí trataba de no pesarles.
– ¿Se puede maniobrar para no pesarles?
– Eso es una cuestión mía también. hay bailarinas que no les importa si están pesadas y bueno ¡que me levanten! pero a mí me daban pena pobrecitos que tienen que estar ahí sufriendo y levantando. El que realmente es un buen partenaire, fuerte, te levanta con una mano peses 50 o 60 kilos, pero el chico joven que recién está empezando necesita-ayuda. también me ha tocado sufrirlas en el escenario.
– ¿Cuál fue tu peso promedio?
– Bailando, un promedio de 43 o 45 kilos, estando un poco llenita para mi gusto, para bailar. En Nueva York, entre el estrés y que bailábamos todo el día pesaba 39.
-¿Pudiste llegar a esos lugares a los cuales soñabas llegar?
Yo, te voy a decir, nunca tuve… -aspiraciones sí, como todo el mundo-, pero entonces no de decir: yo quiero bailar en Europa… son todas cosas que se fueron dando y casi al final de mi carrera. Pues yo estaba en que “dejan de bailar el año que viene, no el año que viene vamos a Europa, entonces no dejo de bailar”. Así se presentaron oportunidades de ir a bailar en España, en Hungría, en Alemania…
-Sara ¿qué estilo cultivabas? la crítica hasta hoy marca algunas cosas con respecto a tu ductilidad y la fuerza de tus interpretaciones, pero a ti ¿te gustaban más unas cosas que otras?
– Tuve muchas etapas. Al principio, decía: “quiero ser una bailarina fuerte”, porque muchas veces a la juventud le pasa eso que sos un potro y entonces… de pronto, un día descubrí que había más lirismo en mí que fuerza. Y después, en otra etapa de mi carrera, un poco más madura, prefería los roles interpretativos: es lo mejor de la carrera de un artista. Si bien es cierto que obras grandes, como “El Lago de los Cisnes”, “El Quijote” o “Bella Durmiente” son obras completas para una bailarina – tú puedes mostrar una cantidad de momentos diferentes en la técnica y en la expresión- no se puede comparar con una “Fierecilla Domada” o “Ana Karenina” en las que realmente tu estás viviendo un personaje.
-¿Qué ballet te gustó más hacer?
-Varios. Todos fueron diferentes, porque cada ballet tenía su encanto: en su momento me parecía el mejor. Pero el primero que me viene a la cabeza cuando me preguntan esto es “La Fierecilla Domada”, porque era un rol en el que yo me divertía mucho, ideal para pasarlo bien. Era lindo técnicamente, coreográficamente. Lo pasé muy bien con él, se hicieron muchas funciones. Me ha pasado esto sobre todo en obras que hemos interpretado muchas veces como “Anna Karenina”, “Romeo y Julieta”… cuanto más los hacés más se enriquecen, más los disfrutás y los querés.
-¿Qué incorporaste en Chile?
– Bueno, sobre todo en la parte artística, porque la parte técnica ya estaba bastante superada, yo ya tenía treinta años y había bailado mucho acá también. Me enriquecí artísticamente: tuve la oportunidad de bailar ballets que aquí no hubiera tenido.
– ¿Protagonizaste estrenos mundiales?
-Estrené varias obras.
-Tú tenés alrededor de 50 años y viviste, como todos los de tu generación, una etapa muy difícil tanto aquí, en Uruguay, como en Chile. ¿te marcó especialmente eso?
Tú sabés que soy muy poco política y además, al artista, si tú no lo quieres no te llegan ésos problemas. Por lo menos el bailarín es una persona que vive un poco en la ignorancia, vive un poco en la inconsciencia de lo que pasa: estamos siempre demasiado preocupados en nosotros mismos, demasiado encerrados dentro de un teatro. Por supuesto que te enteras de todos los problemas, pero yo creo que nos afecta mucho menos que a la demás gente con otro tipo de trabajo, otra manera de ser. el bailarín está tan absorbido por su carrera, es muy egoísta con sus cosas. Es involuntario, pero uno está tan metido y llegas a la casa y no te puedes desprender de las cosas que tienes que hacer. Estás tan metido en el mundo del ballet que hay veces en que puede…, no sé, caerse el mundo y te enteras al otro día.
-¿Es un mundo de solidaridades el mundo del ballet o cada uno hace la suya?
-Cada uno hace la suya. bueno, puedes tener sí un amigo fuerte, una compañera. yo casi siempre tuve una persona con quien competir, pero realmente de una manera amistosa. pero estás sola… sola y con una maestra, si tienes la suerte de que te ayude, pero es una carrera muy individual.
-Sara y ¿cuándo empezás a pensar en retirarte?
– ¡Hace mucho tiempo!… lo que pasa es que para mí el miedo más grande era no poder dejar el escenario. Ese es el miedo creo más grande de todos los bailarines. Me gustaba bailar, pero yo en mi casa pensaba: el día que yo no pueda bailar y saltar y hacerme la loca, no quiero estar en un escenario. Porque el placer para mí no era sólo darle al público lo mejor en la parte artística. Cuando uno es joven te parece que a los 35, 40 años ya vas a ser eterna, entonces decía: “no, yo más de los 35 0 40 años no voy a bailar”. Claro llegaron los 40 años y estabas fresca como una lechuga y con muchos compromisos por delante. así, fueron pasando los años, fueron pasando los años y me retiré a los 48. Imagínate si habré bailado después de ese límite que yo me había puesto! En realidad te da pena dejar el escenario: sintiéndote bien, sin tener lesiones y más cuando la gente te dice: “¡y por qué vas a dejar de bailar!”. Las cosas se terminan y yo pienso que cuanto antes lo hagas y a voluntad te vas a sentir bien. Yo por lo menos me siento muy bien de haber decidido yo dejar de bailar y no tener un motivo equis para hacerlo: estoy lastimada o que ya no puedo hacer tal cosa o tal otra. A la vez, soy joven para emprender otra carrera. porque para bailar, a m¡ edad, ya estás vieja pero joven para la profesión de enseñar. Empezamos a pensar con m¡ esposo -que como siempre me ayudó mucho- en la posibilidad de abrir una escuela de ballet. Y ahí empezaron a tejerse las cosas. el director de la compañía también me ayudó mucho, fue el de la idea de la gala de despedida.
-Para quien pudo ver la gala, ese espectáculo formidable que prepararon para ti, pero en el que tuviste que hacer todo, fue una estupenda oportunidad para mostrar qué bien baila Sara Nieto todavía.
-Sí, era como para matar a una bailarina.
-Al verte interpretando todos esos roles diferentes -Rosalinda, Carmen, Julieta…- en una misma noche, incansable, una pregunta surge con más fuerza: ¿por qué se va a retirar?
-Pero claro, justamente, eso es lo que yo pretendía. Esa es la imagen que yo quería dejar en la gente.
– También aquí en nuestro país hubo una despedida
También acá y con el mismo cariño. La verdad es que acá fue más relevante todavía porque estuvo el presidente y fue también muy emotivo.
-Tú tenés un cargo de representación de nuestro país en chile: sos la agregada cultural en ese país. ¿eso te implica un tipo de tarea especial?
-No, sobre todo es tomar parte de acontecimientos sociales y cuando necesitan algo cultural, por supuesto. Para mí es muy fácil conseguirles la sala del teatro, sobre todo para conciertos: lo que hemos llevado más son concertistas.
-¿Qué pasó con tu vida después del retiro? estás dirigiendo una academia en Chile que tiene muchísimos alumnos.
– Doscientos alumnos y es el segundo año: me estoy estrenando como maestra. Es fascinante porque tengo a niñitas -varones pocos, pero tengo- de todas las edades. A mí siempre me gustaron los niños así que estoy fascinada. los empiezas a conocer, los tienes como si fueran tus hijos.
– Al mismo tiempo, te ocupás de la Dirección de la Escuela Nacional de Danza del Uruguay. ¿cómo es tu vínculo con la escuela uruguaya?
– Trato de hacerlo lo más cercano posible: es difícil dirigir algo a la distancia. Por suerte, está acá Mónica Díaz que es excelente -ella es la subdirectora- me tiene siempre en contacto, estamos casi diariamente en contacto con fax y teléfono.
-¿Cómo ves el universo de posibilidades para los uruguayos que quieren hacer ballet?…porque estaba pensando que puede llegar a transformarse en algo muy frustrante en un medio con escasas posibilidades y con dificultades materiales. de pronto la aspiración de muchas chicas es alguna posibilidad en el extranjero. ¿cómo lo ves tú?
– Hay un factor de suerte y de oportunidades. No es tan importante el irse, sino encontrar lo que a ti te gusta …yo pienso que en el Uruguay va a haber muchas posibilidades en el momento en que esté el teatro, el Sodre ….pienso que a todo se le va a dar más importancia, todos van a tener más espacio para expresarse y para todo.
-Tú bien decías que tenías miedo de que el Sodre no estuviera pronto para que tú pudieras bailar en él, pero va a estar pronto, que es lo importante
-va a estar pronto para que yo tenga a mi gente por lo menos ahí.
-Sara, ha sido un gusto.
-Para mí también.
-Muchas gracias.