Extracto del entretenido libro de Miguel Patrón Marchand, 2004

Sara Nieto

Creo oportuno dedicarle un lugar especial en estos “apuntes”; a esta notable bailarina uruguaya, que la conozco de toda una vida y siempre he admirado sus magníficas condiciones artísticas. además, puedo decir con orgullo que he dirigido la orquesta en más del ochenta por ciento de sus exitosas presentaciones como estrella de la danza.

Antes de eso, trabajamos juntos en los espectáculos donde yo me desempeñaba como maestro interno, muchos de los cuales ya han sido mencionados en otras páginas de este libro. en Montevideo, Sara bailó en Il Quattrocento (1974), el primer ballet de mi función inaugural como director musical de danza. después colaboramos en Cascanueces (dos temporadas, 1975-76, en una de las cuales estaba embarazada) y en una larga serie de funciones de Giselle (1979), que se presentaron también con mucho éxito en Porto Alegre,Brasil.

Cuando debuté en Chile en 1978 con un espectáculo de ballet, tuve ocasión de mencionar su nombre a las autoridades de la compañía, sin imaginar que dos años más tarde (y seguramente sin ninguna influencia de mi parte) sería contratada como primera bailarina y se convertiría en la principal figura de la misma.

En 1986 fue honrada con el título de “Primera Bailarina Estrella”, que mantuvo hasta su retiro en 1996.

Yo siempre asocié a Sara con la ópera y es posible que en mi subconsciente la imaginase como una cantante. una vez escribí en ” El Mercurio” de Santiago que podría imaginarla como una Flagstad en Peer Gynt, una Obratzsova en El Idiota, una Schwarzkopf en Rosalinda, una Callas en la Fierecilla Domada y La Dama y el Bufón, una Vishnevskaya en Ana Karenina y Romeo y Julieta, y una Simionato en Los Tres Mosqueteros. las bromas nunca faltaron entre Sara y yo, y este tema siempre nos hacía reír.

Lo cierto es que Sara intervino en varias óperas (como bailarina, por supuesto) en su período de formación. En 1967, destacándose ya de una manera muy especial, tuvo un pequeño rol solista en la hermosa ópera de Menotti Amahl y los Visitantes de la Noche. Yo, desde mi puesto de apuntador, ya admiraba sus condiciones artísticas y humanas, ya que ella no es sólo una gran bailarina, es también un ser excepcional dotado con todos los atributos de la modestia, los buenos modales, la falta de divismo, el sentido del humor, la disciplina y el compañerismo. por eso siempre ha sido tan apreciada como admirada.

ANA KARERINA
CASCANUECES - Sara de abuelita en primer acto (como broma)

En 1968 su cara redondita de ojos siempre expresivos, y su cuerpo entonces algo “relleno”; apareció como un impagable violín en Il Maestro di Cappella de Cimarosa.”questo é il passo dei violín’… cantaba el protagonista y allí aparecía ella vestida literalmente de violín, con clavijas, diapasón, cuerdas y formato general, para gran regocijo del público. En 1970, con un segundo acto de el Lago de los Cisnes al aire libre y sustituyendo a una colega, se “recibió”; de primera bailarina. los seis o más años de promesas y concienzuda preparación daban sus frutos y ya nadie la separaría de una senda bien merecida de triunfos.

Tuve la suerte de poder bailar unos pasos con Sara (¡y eso que bailo muy mal!), durante unas funciones de La Viuda Alegre de Lehár, donde ella hacia una de las danzas tradicionales de ·pontenegro”; y yo interpretaba el rol del Coronel Pristshchisch. luego, nuestros caminos siguieron juntos, pero ya en la definitiva posición de primera bailarina y su director musical. con el correr de los años interpretamos juntos más de cuarenta títulos, muchos de los cuales mencioné en un párrafo anterior, a los que hay que sumar La Bella Durmiente, Papillon, Coppelia, Macbeth, La Viud a Slegre (en Santiago y Buenos Aires), Espartaco, La Dama de las Camelias (donde soñé una noche que era una cantante y que me pedía la letra del aria del primer acto de La Traviata), El Lago de los Cisnes, La Sylphide, Don Quijote, Cascanueces, El Pájaro de Fuego, La Cenicienta, Eugenio Onieguin y otras obras importantes.

Una de las características más notables de Sara Nieto es su musicalidad. Detectaba las más imperceptibles variaciones de “tempí”, que se producen habitualmente, y así lo hacía saber con su buen genio de siempre. También sabía cuando un instrumento no tocaba algo, aunque fuese una sola nota. su danza estaba íntimamente ligada a la música y ése es un don superior que no todos los bailarines poseen.

En la preparación de El  Idiota estaba desconcertada con la cuenta de los compases de la dificilísima  última parte del primer acto. Así me lo hizo saber cuando me integré a los  ensayos, y pudimos comprobar que la grabación que se estaba usando estaba llena  de errores de ritmo. las dudas quedaron disipadas, pero su oído infalible había  detectado el error desde el primer momento.

En 1983, el coreógrafo Jack Carter  cambió los tiempos de El Niño Brujo unos minutos antes del estreno, olvidándose  de comunicárselo a los bailarines, especialmente a Sara y Edgardo Hartley;  tampoco lo hice yo. Fue la única vez que la vi enojada, y con mucha razón. aún  en esas condiciones bailó bien y dentro de la música.

Siendo Sara poseedora de  un gran sentido del humor, no faltaron las bromas de índole musical que yo le  dediqué en las últimas funciones de cada ballet, según una tradición que  impusimos.

Es así que quedó un abanico batiendo en Coppelia, un puñal desorientado y una Milady detenida por la falta de música en Los Tres Mosqueteros. en otras ocasiones tuvimos que resolver situaciones involuntarias, que luego de solucionadas fueron motivo de diversión pero que en su momento constituyeron un gran sobresalto, como la vez en que no llegó la locomotora frente a la cual debía lanzarse Ana Karenina. Yo sostuve un acorde hasta el paroxismo, mientras Sara se agarraba la cabeza en el escenario dando vueltas por aquí y por allá. finalmente, el tren retrasado arribó y Karenina tuvo el final que Tolstoi le confió. Cuando salimos a saludar le dije “;la próxima vez traé un revólver para pegarte un tiro, por si acaso”;. Otra vez, y como ya lo conté en páginas anteriores, no llegó el carruaje de la Cenicienta al centro del escenario, y tuvimos que esperar un rato durante un largo acorde.

Yo concluí una primera etapa como director musical de ballet en diciembre de 1995 y un año después Sara “colgó sus zapatillas”. fue un placer y un privilegio trabajar tantos años junto a ella. desde ese entonces ha ejercido la dirección de la escuela nacional de danza de Montevideo y tiene una prestigiosa academia de ballet en Santiago. su esposo Luciano Lago, que siempre la ha apoyado en sus actividades, ocupa desde hace muchos años un puesto ejecutivo en el teatro municipal de la capital chilena.

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